Jeanette Alonso de Ibargoyen (1930 – 2021)
En la noche del 25 de octubre del 2021, Jeanette Alonso de Ibargoyen, de Chicago, Estados Unidos, pasó a la presencia del Señor, a la edad de 90 años. Jeanette nació en 1930, sus padres fueron José María Alonso Aréyzaga (España) e Irene Jeanette Windecker (Estados Unidos). Obtuvo su licenciatura en periodismo en la Universidad de Missouri en 1955. Se casó con Omar Ibargoyen Paiva (Uruguay) en 1964. Fundó, junto a su esposo y amigos al Movimiento Latinoamericano Gente que Avanza.
Muchos de los que la conocen la relacionan directamente con el Movimiento Latinoamericano Gente que Avanza y con una vida dedicada a formar jóvenes líderes para la transformación de los países latinoamericanos.
Antes de abrazar a esta increíble misión, Jeanette vivió una fuerte experiencia de cambio. Ella y su madre, una mujer de carácter fuerte, tenían confrontaciones constantes en su relación y Jeanette estaba obstinada en llevar adelante serias decisiones de vida con la motivación primaria de llevar la contra a su madre, pues sentía que esta la quería controlar en todo.
Una amiga de la familia invitó a madre e hija a la Isla de Mackinac – Michigan, en un centro del Rearme Moral, donde se estaba desarrollando una asamblea. Para ese entonces, Jeanette tenía 23 años. La obra que asistió “The real news” la impactó profundamente y los testimonios compartidos allí le hicieron temblar las rodillas. Después de tres días pudo mirarse a sí misma y darse cuenta de que había vivido tan egoístamente. Y entonces muchas preguntas le vinieron al corazón: ¿Por qué estoy en este mundo? ¿Cómo debo usar estos años que Dios me regala y que siento que ni los merezco? ¿Cuál es mi misión? Entonces empezó a descubrir que Dios estaba allí esperándola para dialogar siempre que ella quisiera escucharlo y cuando se abrió a esta posibilidad, percibió que debía pedir perdón a su madre y además, empezar a ser honesta con ella sobre todo lo que había hecho a sus espaldas. Madre e hija se encontraron y pudieron sincerarse y después de escuchar a su hija y ver lo decidida que estaba de iniciar una nueva vida, la madre le dijo: “Si tú dejas que Dios sea quien dirija tu vida, no me necesitas más a mi controlándote o estando en cima todo el tiempo”. Esto la dejó atónita, pero a partir de esta gran reconciliación entre ambas, Jeanette decidió entregar su vida a Dios y esto fue el puntapié inicial para que su vida diera frutos incontables por todos los rincones de América Latina y más allá.
Diez años después, la exestudiante de periodismo se casó con un abogado uruguayo, Omar Ibargoyen Paiva, un hombre que se dedicó totalmente al espíritu que había tocado y transformado a su esposa.
En el inicio de los 70, había injusticia y odio, guerrillas y represión en los países latinoamericanos, y todo esto desencadenaba en miseria física y moral, desesperanza y cinismo. Las ideologías habían fallado en sus intentos de cambiar el mundo porque no habían trabajado en la raíz del problema, la naturaleza humana.
En Uruguay, Omar Ibargoyen escribió sin cesar sobre su anhelo por la integración de América Latina para que estableciera su lugar en el mundo, y también sobre su pasión por formar revolucionarios inspirados por la fe.
A su debido tiempo, con su esposa Jeanette y dos amigos franceses, Jeanne Azam y Bernard Paris, fundó la agrupación ¡Viva la Gente! diseñada para promocionar un espectáculo con el mismo nombre. Parte del acuerdo incluía un plan de estudios de capacitación para formar jóvenes que fueran líderes de una nueva América Latina. Durante casi 50 años, el grupo resultante visitó 900 ciudades y pueblos en 17 países, viviendo en los hogares de más de 10,000 familias y viajando a menudo con el apoyo de organizaciones y empresas gubernamentales. Durante el mismo período, alrededor de 1,200 jóvenes participaron en este programa itinerante durante uno, dos o más años. Muchos descubrieron su vocación en la vida, para servir mejor a sus comunidades y países: sacerdotes, diplomáticos, periodistas, educadores, psicólogos, pero, sobre todo, ciudadanos responsables, creando familias que nutrieron a nuevos hombres y mujeres. Todos ellos, seguramente en algún momento de su proceso, tuvieron el amoroso acompañamiento de “Mamy Jeanette”, como era conocida en el grupo, y probablemente más de uno se vio confrontado con frases que ella solía decir: “Una experiencia es algo pasajero, el cambio es una decisión permanente” o la frase famosa de Antoine de Saint- Exupéry “Amarse no es mirar el uno al otro, sino juntos en una misma dirección”, con la cual ella apoyaba a los jóvenes en sus intentos de mirar más allá de sus propios ombligos. Entre los trazos más marcantes de su personalidad los que la conocieron pueden destacar con facilidad su gran organización, su letra impecable impresa en tantas cartas que escribía a diario, su espíritu de armonización, su buen humor y la afectividad entregada de manera individualizada a cada uno con quien se encontraba, el portero del edificio, la señora que colaboraba con los servicios domésticos, los jóvenes, las familias que la alojaban, los grupos de su comunidad parroquial, las autoridades gubernamentales de los distintos países del continente y cientos de personas por toda América Latina.
Durante muchos años, con la guía de Jeanette y sus habilidades para el periodismo, se publicó una revista mensual de alta calidad con la participación de jóvenes y columnistas invitados. El impacto de este grupo fue profundo en todas partes.
En el año de 1999, 40 jóvenes del Elenco Gente que Avanza visitaron el Centro del Rearme Moral en Caux, una visita histórica, donde Jeanette fue el eje fundamental para la reconciliación entre el Rearme Moral y ¡Viva la Gente! Latinoamericano, pidiendo perdón públicamente y con gran humildad por su parte de responsabilidad en las divisiones creadas en el pasado y que tan lejos estaban de la coherencia a la misión de ambos movimientos, impulsando así la cooperación mutua en las distintas acciones tanto en América Latina como en cualquier otra parte del mundo.
En sus últimos años acompañó el trabajo del Centro de Formación Gente que Avanza, que tenía su base en el Edificio Mauá (la casa de Omar y Jeanette). Cada mañana ella salía al encuentro de las nuevas generaciones para participar de los momentos de reflexión comunitarios, llamados “motivaciones”, donando siempre de sí todo y cuanto alcanzaba a ver que era parte de su llamado y fidelidad a Dios.
En sus últimos momentos, ya postrada en cama, todavía balbuceaba frases como: “necesito darme mejor a las personas”, lo que en definitiva muestra la gran vida de entrega que siempre tuvo.
A Dios gracias por habernos regalado la presencia de Jeanette en nuestras vidas y en la vida de nuestros países, por su fidelidad a su llamado y por haber gastado tan bien cada uno de sus días. ¡Qué descanse en la paz del Dios a quien tanto amó!
Fabiana Duarte de Villavicencio
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