Las conexiones humanas aportan un sentimiento de pertenencia y cercanía que podemos experimentar cuando mantenemos relaciones de apoyo con las personas que nos rodean. La mayoría de nosotros vivimos en un mundo hiperconectado. Estamos a un clic, a través de las redes sociales, de comentar una foto de un amigo, familiar o compañero de trabajo o de iniciar una videollamada.
La información que nos llega de lo que ocurre al otro lado del mundo, a través de la extrema facilidad y rapidez de las comunicaciones, nos llega y produce -según el nivel de conexión que tengamos con las personas de esos lugares o el grado de conciencia que tengamos como ciudadanos del mundo- diferentes sentimientos y emociones en nosotros.
Expresamos sentimientos y opiniones personales en nuestras redes sociales -con tanta intimidad- como si estuviéramos sentados cara a cara con nuestros seres queridos; muchos de nosotros compartimos nuestras actividades/aficiones diarias con amigos de todo el mundo. Y eso es algo que he aprendido a reconocer y agradecer después de más de tres años apoyando con otros un espacio semanal de reflexión personal y de intercambio grupal de en América Latina, llamado "YoEscucho/EuEscuto/Ilisten". Utilizamos la plataforma Zoom generosamente provista por ...Por Un Mundo Nuevo y hemos descubierto la riqueza de este espacio de escucha, sanación y orientación que nos brinda el mundo virtual.
Dicho todo esto, la riqueza y el poder del contacto personal -dar ese abrazo tan esperado, comer juntos, reír y compartir/analizar el estado actual del mundo que nos rodea y preocupa- también son necesarios y refuerzan el espacio de conexión virtual que seguimos teniendo.
Recientemente, pude experimentar las dos caras de esta misma moneda -conexiones virtuales y encuentros personales- durante un viaje de tres semanas por Guatemala, El Salvador, Costa Rica y Honduras. Pude conectar y re-conectar con personas que me acompañan en el camino de la vida.
Después de esa intensa agenda de encuentros, sigo reflexionando sobre la importancia de las conexiones en mi vida, haciendo nuevas conexiones con personas que están abiertas a conectar, y mejorando y manteniendo la calidad de la conexión que ya tengo con algunas personas.
Esto suscitó las siguientes reflexiones:
- ir al encuentro del otro, salir de mi zona de confort y entrar en el espacio del otro desde la intención fraternalmente amorosa de expresarle que es alguien importante para mí, y que por eso le dedico mi tiempo y mi atención. Doy las gracias a Bernard Paris, gran mentor y cofundador de la iniciativa latinoamericana Viva la Gente/Gente que Avanza, que de vez en cuando iba a visitar a cientos de personas que había conocido en diferentes momentos de su vida. Mantenerme disponible y fuera de mi zona de confort me llevó a tres grandes días de conexiones en Costa Rica, donde mi amiga Pilar Griffin, siendo obediente y generosa, me invitó a visitar a nuestros amigos de IdeC y Gente que Avanza de allí.
- ir al encuentro del otro sin exigencias ni expectativas, con el corazón abierto para conectar con lo que la otra persona quiere y/o necesita, no con lo que yo quiero decir. Es muy sano y aporta una sensación de libertad compartir sin una agenda concreta y estando realmente abierto a lo que pueda salir. Al final, el Espíritu hará su trabajo y soplará en la dirección en la que debe orientarse el encuentro.
- Pude seguir comprendiendo lo vital que es estar ‘siempre listo’ a compartir mi historia, mis experiencias de vida, mi forma de pensar y de vivir, mi perspectiva de la realidad y la propuesta de vida de IdeC, a través de la práctica de escuchar la Voz Interior y los principios absolutos de amor, honestidad, desinterés y pureza.
- La importancia y vitalidad del rol de ‘conector’ en un equipo, en una comunidad, que es aquella persona que llama, envía un mensaje, se interesa, invita, CONECTA... En el pasado de IdeC/RM, este rol era muchas veces muy bien desempeñado por personas dedicadas a tiempo completo. Ahora, ¿quién cumple este papel en mi equipo o comunidad? Se necesitan personas disponibles, con tiempo real, para poder responder a esa misión. Una comunidad o un equipo que no tenga a alguien con ese papel activo corre el riesgo de perder la vitalidad que conlleva estar saludablemente conectado.
- Por último, pero no menos importante, comprendí que cuando hemos conectado profundamente con otra persona, desde aspectos como la misión, la fe, el compromiso social o cualquier otro elemento esencial de nuestra humanidad compartida, ese vínculo se mantiene en el tiempo, y cuando volvemos a estar juntos y compartimos, se reactiva la conexión generada en el pasado. Yo experimenté eso con familias que me habían alojado en sus hogares y amigos a los que no veía desde hacía más de 15 años.... ¡y fue un regalo!
Saber desde dónde hago conexiones con los demás, cómo están hoy en día las conexiones que he hecho y qué voy a hacer para alimentar / nutrir esas conexiones es una reflexión importante para mi tiempo en silencio. Al final, la vida misma tiene sentido cuando miramos atrás y vemos lo bien conectados que hemos estado con los demás y con nuestro llamado en la vida.
Develar nuestro llamado en la vida, obedecerlo, derribar los obstáculos del camino, resolver los problemas más complejos que la propia vida me pone delante, dejar una huella positiva en este mundo... para todo, para todo, necesitamos estar bien conectados hacia dentro, hacia fuera y hacia arriba.
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