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¿Por qué creemos lo que creemos?

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Abramos nuestros corazones y nuestras mentes para valorar más la diversidad, y para fomentar profundamente una narrativa en la que nuestra humanidad compartida prevalezca sobre todas nuestras proyecciones humanas.

Después de enseñar matemáticas en una escuela pública del Reino Unido durante catorce años, puse en marcha un programa (El Servicio de Escuelas de Iniciativas de Cambio -IdeC-), sobre todo con equipos de jóvenes internacionales, yendo a escuelas secundarias superiores para estimular el pensamiento sobre el propósito en la vida y la motivación. En dieciséis años, facilitamos unas 800 sesiones, a menudo con unos 100 estudiantes de último año de secundaria, durante una hora, en escuelas de todo el Reino Unido. En la página web de la FANW se puede encontrar un resumen de las mismas.

Amina Khalid, refugiada de Somalia, interactúa con estudiantes

Éramos conscientes de que los jóvenes con los que interactuábamos eran muy diversos, en todos los sentidos. Para muchos, las creencias religiosas no eran algo con lo que tuvieran relación, o más bien las rechazaban. Sin embargo, había una clara identificación con las profundas experiencias humanas que se compartían. Esto me ha llevado a reflexionar sobre nuestra humanidad común o humanidad compartida y la dimensión espiritual, en contraste con la religiosa. También a explorar por qué creemos lo que creemos. Este blog es una continuación de esta búsqueda.

La perspectiva de Confucio: «El verdadero conocimiento consiste en conocer el alcance de la propia ignorancia», resuena en mí. Tal vez, esta es una perspectiva que la familia humana en general también necesita asumir, y a la que IdeC puede contribuir de manera útil.

En los últimos años, el programa de Construcción de la Confianza de IdeC Internacional ha tenido un gran impacto, en doce, y pronto serán más, países. ¿Cómo puede fomentarse aún más este espíritu entre personas cuyas culturas y creencias varían enormemente?

Resulta sorprendente cómo seres humanos inteligentes pueden llegar a estar totalmente convencidos de creencias a menudo contradictorias, especialmente las religiosas. Cientos de millones de cristianos ven a Jesús como el único hijo de Dios. Un número similar de musulmanes cree que el Corán fue revelado verbalmente por Dios a Mahoma a través del ángel Gabriel. Otros incontables, sobre todo en Oriente, tienen la certeza de la reencarnación. Las personas aparentemente inteligentes también tienen muchas otras creencias diversas.

Todos buscan acceder a algo que seguramente está mucho más allá de nuestra comprensión humana. El uso del mito es útil para llegar con el corazón y la mente. Pero sospecho que se ha creado mucha confusión cuando personas o grupos literalizan los mitos. Nadie piensa realmente que Dios sea una roca. Sin embargo, hay una tendencia a tomar otros mitos divinos, como el del ‘Padre Creador’, de forma más literal.

Al principio de la historia del Génesis tenemos la frase «Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó, varón y hembra». Un amigo escribía recientemente: «A menudo he pensado hasta qué punto es verdad lo contrario: el hombre creó a Dios a imagen y semejanza del hombre. Proyectamos sobre Dios muchas cosas que en realidad son nuestras». La pregunta que me parece más interesante es cuánto conozco/puedo conocer al Dios que no es una proyección humana, sino que es genuinamente 'otro'.

Disfrutando de la diversidad en Caux -Centro de Conferencias de IdeC-, Suiza.

A medida que nuestra vida se desarrolla, cada uno de nosotros acumula todo tipo de creencias y prejuicios, algunos conscientes, pero la mayoría inconscientes. ¿Nos han llevado a creer que ‘nuestro’ grupo, estilo de vida y valores son normales, y que el mundo sería un lugar mejor si los demás creyeran, vivieran y se comportaran como nosotros? ¿O esta toma de conciencia nos ha llevado a vivir más dentro de las narrativas de los demás, y a valorar la diversidad de la humanidad, así como lo que tenemos en común? Afortunadamente, la familia de IdeC abarca en gran medida esto último. Es una parte clave de su atractivo y su fuerza.

En términos más generales, en los últimos tiempos, el marco de referencia de la humanidad se ve reforzado por el hecho de que vivimos en un mundo cada vez más interconectado. Como mucha gente viaja y vive en tierras que están mucho más allá de sus lugares de nacimiento, nuestras culturas se entremezclan. Internet también nos permite conocer y asimilar las experiencias vitales de personas de países lejanos, a menudo al instante. Esto nos da una perspectiva mucho mejor de la diversidad de formas en que han arraigado nuestras visiones del mundo y creencias espirituales.

Además de cómo nos afecta todo esto personalmente, nuestras elecciones también pueden tener un enorme impacto cuando se proyectan sobre los acontecimientos sociales e internacionales. Cuando las personas o los grupos creen que van por el camino inspirado por Dios, a veces se han producido resultados realmente fructíferos al defender la justicia y la solidaridad. Hace algunos años, visité la casa de Martin Luther King en los EE.UU., en Montgomery, Alabama, con un grupo de IdeC - ‘Acción EE.UU.’. En la pared sobre el escritorio de su oficina había una gran foto de Gandhi. Me impresionó que Gandhi, un devoto hindú, se inspirara en la vida de Jesús, especialmente en el Sermón de la Montaña; y que King, un cristiano, se inspirara en Gandhi, un hindú. Las vidas y creencias de ambos han influido posteriormente en muchos otros.

Sin embargo, las creencias relacionadas con la religión también han tenido consecuencias desastrosas, especialmente cuando se entremezclan con fines políticos. En la actualidad, la política estadounidense respecto a Israel/Palestina se ve influenciada en parte por la creencia teológica de ciertos segmentos del evangelicalismo acerca del ‘pueblo elegido por Dios’ y de que el establecimiento del moderno Estado de Israel fue el cumplimiento de la profecía bíblica. Otros ejemplos recientes son las acciones de los talibanes en Afganistán, el eco de la retórica del Kremlin por parte de la Iglesia Ortodoxa Rusa para justificar la guerra en Ucrania, o la defensa bíblica de la política de apartheid sudafricana por parte de la Iglesia Reformada Holandesa.

Para fomentar el espíritu de nuestra humanidad compartida tendremos que cuestionar y desafiar las costumbres de nuestra sociedad, pero también las que han arraigado en nosotros mismos. Por ejemplo, en décadas pasadas asumí ciertas actitudes y normas homófobas. Mi perspectiva ha cambiado radicalmente desde entonces, en gran medida por haber vivido la realidad de valiosos amigos homosexuales y trans.

Hace unos años, mi mujer y yo viajamos a Israel/Palestina con un grupo de la iglesia. El viaje incluyó una visita al Huerto de Getsemaní. Vivimos la lucha interior de Jesús. Me llamó la atención una placa que decía: «Padre mío, no te entiendo, pero confío en ti». No estaba claro de dónde procedía esa cita. Pero me hizo pensar. ¿Qué nos lleva a creer?

«No te entiendo». ¿Era esto cierto también en el caso de Jesús, o tenía una perspicacia exclusivamente divina? Una de nuestras hijas, cuando tenía siete años, me preguntó: «Papá, ¿Jesús también creía que la tierra era plana?». Estábamos hablando de la valentía de algunos exploradores que, a pesar de pensar que la tierra era plana y que podían caerse por el borde, navegaron hacia lo desconocido. Una muy buena pregunta. ¿Comprendía Jesús la mecánica cuántica y otras complejidades científicas semejantes? Y, en caso afirmativo, ¿cuándo lo comprendió?

Está claro que las creencias tienen consecuencias de largo alcance. Un libro del antiguo Gran Rabino Jonathan Sacks se titula "La dignidad de la diferencia". Por el bien de los alumnos de nuestras escuelas actuales y por el de las generaciones futuras, abramos nuestros corazones y nuestras mentes para valorar más la diversidad y para fomentar profundamente la idea de que nuestra humanidad compartida está por encima de todas nuestras proyecciones humanas.

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